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Realizar lo que nos hemos propuesto o que nos han asignado, produce satisfacción. Terminar un programa académico nos causa alegría, hay un sentido de triunfo, de haber demostrado propósito y capacidad. ¡Ahora viene el reconocimiento!, la ceremonia especial, la fiesta, las felicitaciones, los regalos. Cuando la orquesta ejecuta una composición, hay aplauso de aprobación. Cuando el equipo de fútbol gana, el público le elogia con gritos y aplausos. Los correligionarios felicitan al candidato ganador al finalizar la campaña electoral. El arquitecto que termina una obra recibe reconocimiento, y en la inauguración, posiblemente su nombre sea grabado en una placa. Al sentido de satisfacción de realizar algo, le acompaña el reconocimiento y honor que se recibe.

Jesucristo estaba por finalizar la obra que vino a hacer, y en el jardín de Getsemaní, en oración le expresó al Padre: “La hora ha llegado; glorifica a tu Hijo”. “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. “He manifestado tu nombre a los hombres”; “las palabras que me diste, les he dado” (Jn. 17:1, 4, 6, 8). Lo que el Padre le encargó, Jesús lo hizo, solo faltaba la cruz. Ya allí, estando por expirar, pronunció sus últimas palabras: “Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Jn. 19:30). Al dar su vida por el pecado de los hombres, el trabajo de redención estaba siendo completado, terminado, consumado. Dice entonces la Biblia que “Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla” (Flp. 2:9-10).

Si terminamos lo que nos hemos propuesto en la vida, pero no realizamos lo que Dios quiere que hagamos, habremos fallado. Explicando lo que Dios tiene para los hombres, Jesús dijo: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Jn. 6:29). Y el Apóstol Pablo declara que Dios “Manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hch. 17:30). Ambas cosas, creer y arrepentirse, tienen como fin que seamos para la alabanza de la gloria de Dios (Ef. 1:12). Creer, arrepentirse y alabanza, es nuestra tarea; ¿has hecho esto?

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